Año 2030. 9:00. Aula de
Lengua y Literatura. Cualquier instituto de Alicante.
Entro al aula por
primera vez en el curso, no conozco a mis alumnos, no sé quiénes son, ni sus
nombres, ni su procedencia…solo sé que al cruzar el marco de la puerta, no hay
ninguno que no tenga el móvil en la mano. Vamos, como en 2016 cuando realicé mis
prácticas.
Me siento, y tras los
buenos días les insto a que saquen sus tabletas, ya que los libros dejaron de
usarse hace mucho tiempo. Cuando llevo diez minutos explicando las
características del Romanticismo, me doy cuenta de que hay dos alumnos en
primera fila jugando a uno de esos juegos que vienen en el dispositivo
electrónico. Es decir, habían descubierto la manera de romper la barrera de
seguridad y descargarse juegos para no prestar atención. Vamos, como en 2016 cuando
realicé mis prácticas.
Afortunadamente el
resto de los alumnos consiguen mantener la atención y la predisposición a
aprender y consigo enderezar el rumbo de la clase, hasta que 5 minutos antes de
que toque el timbre mando una tarea simple para casa que no les llevará más de
15-20 minutos realizarla. Veo que hay murmullo, algo no funciona, pregunto qué
es lo que pasa y desde la última fila una vocecilla sobresale por encima del
resto:
- - Profe, que
tenemos examen de Matemáticas, no mandes deberes.
Avanzaremos, sí…evolucionaremos,
puede ser…pero no nos engañemos, hay cosas que no van a cambiar, ni en 2030, ni
en 3054.
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